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Descripción archivística
Moya Blanco, Luis Arquitectura religiosa
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Capilla de Gredos

La Capilla objeto de este proyecto está situada en un edificio propiedad de la Compañía de María en La Parra, pueblo próximo a Arenas de San Pedro, en plena Sierra de Gredos, en un lugar con un extraordinario paisaje y un excelente clima aún en invierno.
La construcción, cuya fachada principal se abre al sur, era en su origen un sanatorio que los Marianistas dedicaron a casa noviciado. Completaban las instalaciones un campo de deporte y una amplia zona verde.
En 1961 Luis Moya comienza a trabajar en esta edificación para sanear unas humedades y, en marzo de ese mismo año, Ángel Chomón, administrador provincial de la orden, le encarga el anteproyecto de la capilla.
Moya concibe el templo como una pieza singular de planta central que coloca en la parte media de la fachada norte. La cubre con una bóveda tabicada de tres tableros, revestida interiormente por vermiculita y al exterior por aluminio sobre fieltro, que apoya en un cerramiento quebrado de fábrica de ladrillo. Según el propio arquitecto, los muros quebrados tenían por objeto aligerar la construcción, ya que el aumento del momento de inercia permite reducir el grueso que exigiría un muro cilíndrico, sin contrafuertes. El interior se ilumina gracias a unos huecos de pavés que se abren en el perímetro y a tres pequeños lucernarios sobre el altar.
La capilla de Gredos es el antecedente de la iglesia parroquial de Santa María Madre de la Iglesia (unidad documental LMOYAB_042) que Luis Moya construiría posteriormente en la finca de Carabanchel de los Marianistas. Tal como expresaba él mismo, la iglesia madrileña "... se funda en la experiencia adquirida en una capilla de idéntica forma construida en Gredos para el Noviciado de esta misma Compañía de María. La capilla de Gredos tiene una bóveda de 16,80 m de diámetro y ésta es algo mayor, 23,10 m" (LMOYAB_D016_C003-06_008).

Moya Blanco, Luis

Capilla del Colegio Santa Maria del Pilar

La actual iglesia parroquial se construyó como capilla del Colegio Santa Maria del Pilar entre 1960 y 1966. Se ubica en la plaza que remata la calle de ingreso a él, desarrollada entre instalaciones deportivas al oeste y pabellones de clase al este.
Consta de dos plantas. La inferior es un semisótano dedicado a salón de conferencias, varias salas de reunión y cuartos de instalaciones. La capilla se encuentra en la planta superior precedida por un vestíbulo que da también acceso a la sacristía; de esta forma, el sacerdote debe recorrer el eje del templo para llegar al presbiterio, elevado 90 cm sobre la nave. Por la fecha de su construcción, en pleno Concilio Vaticano II (1962-65), y tal como describe una memoria perteneciente allegado Luis Moya Blanco "el altar central está colocado en medio de su plataforma, de modo que la misa puede celebrarse cara al pueblo o en la forma tradicional." (LMOYAB_D023_C006-02_094). El gran crucifijo es obra del escultor Vicente Rodilla y la vidriera de Santiago Padrós.
A cada lado de la nave se sitúan tres confesionarios, solución que no es adecuada para una iglesia parroquial, pero si para la capilla de un colegio. A los pies del templo se dispone un coro apto para 200 cantores al que se accede por medio de escaleras que arrancan adosadas al muro y continúan voladas; este recinto se prolonga al exterior en una tribuna para la celebración de misas al aire libre. Junto a la iglesia, se coloca un mástil de hormigón armado con las campanas a media altura, que se remata con una gran cruz.
La forma elegida para la cubrición de la iglesia es un paraboloide hiperbólico de planta octogonal con luces ligeramente superiores a los 60 metros y un espesor de 14 cm. Moya renueva el lenguaje de sus estructuras abovedadas pero mantiene constantes de su producción religiosa como la simultaneidad de nave central y nave itinerario, la fuerza del volumen como elemento unitario, la expresividad de las superficies que lo limitan y la superposición de un elemento de fachada. Además, la bóveda, como en otras obras anteriores de este arquitecto, se realiza con ladrillo y no con hormigón armado, lo que la convierte en un caso singular entre las construcciones del siglo XX que adoptaron estas geometrías.

Moya Blanco, Luis

Catedral Metropolitana de San Salvador

En 1953, Luís Moya participa por invitación en el Concurso de la Catedral de San Salvador, que convoca el Comité Técnico para la Reconstrucción de la Santa Iglesia Catedral Metropolitana; realiza el proyecto junto con el arquitecto Joaquín Vaquero Palacios, con el que mantiene una relación de gran amistad además de profesional. La invitación da prueba del impacto que había tenido en su día el proyecto de ambos para el Concurso del Faro a la memoria de Cristóbal Colón en la República Dominicana, en el que obtuvieron el tercer premio (1929-1932) (unidad documental LMOYAB_004).
El programa incluye la catedral propiamente dicha, un palacio arzobispal y unos edificios anexos para oficinas y viviendas de canónigos. La solución propuesta, además de dar cumplimiento a los requerimientos funcionales, centra su atención en responder a las exigencias del clima y al riesgo de seísmos.
La nave del templo es elíptica (40,80 m de longitud, 33,00 m de anchura y una capacidad de alrededor de tres mil personas sentadas), forma que los autores, en la memoria del concurso, justifican como la más adecuada: “habremos de concebir el Templo de dos modos simultáneos: como «Casa o Trono del Señor» y como «Ecclesia» o asamblea de los fieles. Para la primera se hará un Presbiterio tan noble como sea posible concebirlo, donde todo se supedite a un centro, la Eucaristía. Para los fieles estará la nave, que [...] debe ser muy amplia y capaz para ver y oír bien, y donde la unidad es esencial, pues todos unidos participan los fieles del Culto, en un solo Cuerpo Místico”; el texto continua con “la unidad no debe ser rota por pilares o formas extrañas de la planta, ni que sea adecuada la forma de abanico propia para teatros o cines donde solo se va a ver y oír, pero no indicada para una Iglesia, pues esa forma aleja a la mayor parte de los asistentes del altar, debido a que las filas son más largas cuanto más alejadas están de aquél, lo que es contrario al espíritu de participación de los fieles en el Sacrificio. Lo ideal es que el centro de gravedad de la nave se acerca al Presbiterio cuanto sea posible. Por estas razones, unidas a otras puramente técnicas y económicas, se ha elegido la forma elíptica para la nave. Para dejarla reservada al Culto central, es necesario separar la circulación de fieles, los confesionarios y los Cultos de las Capillas, y para estos fines se han dispuesto unas naves laterales que sirven exclusivamente a estas necesidades que se presentan en toda Iglesia, y más en una Catedral”. (LMOYAB_D001_C001-01_003)
La catedral se corona por una bóveda apoyada en diez pares de arcos en hormigón armado que se cruzan entre sí y que se apoyan en un zuncho elíptico; éste absorbe los empujes de la bóveda y, a su vez, descansa sobre grupos de pilares. El palacio arzobispal, desarrollado en tres niveles, es una unidad independiente aunque conectada en varios puntos con la catedral y se organiza en torno a varios patios ajardinados.

Moya Blanco, Luis

Colegio Santa María del Pilar [Documentación general]

La Compañía de María construye un centro de enseñanza en terrenos del Barrio del Niño Jesús de Madrid a mediados de la década de los cincuenta, que encarga a los arquitectos José Antonio Domínguez Salazar y Luis Moya Blanco. Este barrio, promovido por la Inmobiliaria URBIS S.A. a partir de 1947, se proyectó en el área que se extendía más allá del ensanche madrileño, limitada al norte por la calle de Sainz de Baranda, al oeste por la avenida de Menéndez Pelayo, al este por la ronda del Doctor Esquerdo y al sur por la colonia del Retiro. Era una zona de antiguos vertederos y con grandes taludes, ocupada únicamente por el Hospital del Niño Jesús y la Estación de Arganda, que se pretendía dedicar a viviendas para la clase media y en la que el centro educativo ocuparía dos parcelas dotacionales (plano LMOYAB_P067a_CR023-02_002).
La actual configuración no es el primer esquema que se manejó. En el inicio, el colegio se ubicaba en la parcela sur adyacente al segundo edificio de URBIS, con acceso desde la actual avenida de Nazaret, y la zona deportiva se desarrollaba en la que se extendía desde dicho vial hasta el borde norte del área, tal como indicaba el plan de urbanización del barrio. Finalmente esta última parcela (con una superficie de 60.910 m2) incluiría, además de la zona deportiva mencionada, el centro escolar.
La disposición de la construcción también sufrió variaciones. En un primer momento se organizó como un bloque único, pero la primera idea fue evolucionando hacia la fragmentación y la introducción en la composición de espacios libres entre los edificios que desembocaría en la ordenación definitiva. Así, el colegio se estructura a partir de una vía interior con acceso desde la calle del Portal de Belén, que divide el área en dos, la zona oeste dedicada a recreo y deporte y la este a la enseñanza, y se remata al norte con la capilla.
El sector de clases está constituido por pabellones distribuidos en una zona ajardinada. Se accede lateralmente por varios puntos desde la calle privada a las galerías abiertas que unen entre si estos pabellones, situados en dos plataformas a distinto nivel para mejor soleamiento y aprovechamiento del terreno. Una red de canalizaciones subterráneas visitable une también todos estos edificios y por ella discurren las conducciones de fontanería, saneamiento, calefacción, electricidad, etc.
Los autores explican así el programa en una memoria de mayo de 1959: "Partiendo como orientación óptima, la doble Norte y Sur, las clases se distribuyen en pabellones con dicha orientación, de dos plantas y cuatro clases cada una de ellas, excepto dos pabellones para clases especiales que son de tres plantas. Estos pabellones enlazados por medio de galerías cubiertas, forman la trama de la composición del conjunto, disponiéndose en emplazamientos adecuados los pabellones de dirección, gimnasios, música y medicina y psicotecnia y finalmente al fondo del acceso principal del colegio el conjunto formado por la Capilla, auditórium y residencia de comunidad con Dirección General y recepción y comedores de alumnos” (LMOYAB_D023_C004-04_027).

Moya Blanco, Luis

Colegio Santa María del Pilar. Ordenación general y zona deportiva

La Compañía de María construye un centro de enseñanza en terrenos del Barrio del Niño Jesús de Madrid a mediados de la década de los cincuenta, que encarga a los arquitectos José Antonio Domínguez Salazar y Luis Moya Blanco. Este barrio, promovido por la Inmobiliaria URBIS S.A. a partir de 1947, se proyectó en el área que se extendía más allá del ensanche madrileño, limitada al norte por la calle de Sainz de Baranda, al oeste por la avenida de Menéndez Pelayo, al este por la ronda del Doctor Esquerdo y al sur por la colonia del Retiro. Era una zona de antiguos vertederos y con grandes taludes, ocupada únicamente por el Hospital del Niño Jesús y la Estación de Arganda, que se pretendía dedicar a viviendas para la clase media y en la que el centro educativo ocuparía dos parcelas dotacionales (plano LMOYAB_P067a_CR023-02_002).
La actual configuración no es el primer esquema que se manejó. En el inicio, el colegio se ubicaba en la parcela sur adyacente al segundo edificio de URBIS, con acceso desde la actual avenida de Nazaret, y la zona deportiva se desarrollaba en la que se extendía desde dicho vial hasta el borde norte del área, tal como indicaba el plan de urbanización del barrio. Finalmente esta última parcela (con una superficie de 60.910 m2) incluiría, además de la zona deportiva mencionada, el centro escolar.
La disposición de la construcción también sufrió variaciones. En un primer momento se organizó como un bloque único, pero la primera idea fue evolucionando hacia la fragmentación y la introducción en la composición de espacios libres entre los edificios que desembocaría en la ordenación definitiva. Así, el colegio se estructura a partir de una vía interior con acceso desde la calle del Portal de Belén, que divide el área en dos, la zona oeste dedicada a recreo y deporte y la este a la enseñanza, y se remata al norte con la capilla.
El sector de clases está constituido por pabellones distribuidos en una zona ajardinada. Se accede lateralmente por varios puntos desde la calle privada a las galerías abiertas que unen entre si estos pabellones, situados en dos plataformas a distinto nivel para mejor soleamiento y aprovechamiento del terreno. Una red de canalizaciones subterráneas visitable une también todos estos edificios y por ella discurren las conducciones de fontanería, saneamiento, calefacción, electricidad, etc.
Los autores explican así el programa en una memoria de mayo de 1959: "Partiendo como orientación óptima, la doble Norte y Sur, las clases se distribuyen en pabellones con dicha orientación, de dos plantas y cuatro clases cada una de ellas, excepto dos pabellones para clases especiales que son de tres plantas. Estos pabellones enlazados por medio de galerías cubiertas, forman la trama de la composición del conjunto, disponiéndose en emplazamientos adecuados los pabellones de dirección, gimnasios, música y medicina y psicotecnia y finalmente al fondo del acceso principal del colegio el conjunto formado por la Capilla, auditórium y residencia de comunidad con Dirección General y recepción y comedores de alumnos” (LMOYAB_D023_C004-04_027).

Moya Blanco, Luis

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