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Descripción archivística
Madrid Tipo de intervenciones
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Colegio Santa María del Pilar. Ordenación general y zona deportiva

La Compañía de María construye un centro de enseñanza en terrenos del Barrio del Niño Jesús de Madrid a mediados de la década de los cincuenta, que encarga a los arquitectos José Antonio Domínguez Salazar y Luis Moya Blanco. Este barrio, promovido por la Inmobiliaria URBIS S.A. a partir de 1947, se proyectó en el área que se extendía más allá del ensanche madrileño, limitada al norte por la calle de Sainz de Baranda, al oeste por la avenida de Menéndez Pelayo, al este por la ronda del Doctor Esquerdo y al sur por la colonia del Retiro. Era una zona de antiguos vertederos y con grandes taludes, ocupada únicamente por el Hospital del Niño Jesús y la Estación de Arganda, que se pretendía dedicar a viviendas para la clase media y en la que el centro educativo ocuparía dos parcelas dotacionales (plano LMOYAB_P067a_CR023-02_002).
La actual configuración no es el primer esquema que se manejó. En el inicio, el colegio se ubicaba en la parcela sur adyacente al segundo edificio de URBIS, con acceso desde la actual avenida de Nazaret, y la zona deportiva se desarrollaba en la que se extendía desde dicho vial hasta el borde norte del área, tal como indicaba el plan de urbanización del barrio. Finalmente esta última parcela (con una superficie de 60.910 m2) incluiría, además de la zona deportiva mencionada, el centro escolar.
La disposición de la construcción también sufrió variaciones. En un primer momento se organizó como un bloque único, pero la primera idea fue evolucionando hacia la fragmentación y la introducción en la composición de espacios libres entre los edificios que desembocaría en la ordenación definitiva. Así, el colegio se estructura a partir de una vía interior con acceso desde la calle del Portal de Belén, que divide el área en dos, la zona oeste dedicada a recreo y deporte y la este a la enseñanza, y se remata al norte con la capilla.
El sector de clases está constituido por pabellones distribuidos en una zona ajardinada. Se accede lateralmente por varios puntos desde la calle privada a las galerías abiertas que unen entre si estos pabellones, situados en dos plataformas a distinto nivel para mejor soleamiento y aprovechamiento del terreno. Una red de canalizaciones subterráneas visitable une también todos estos edificios y por ella discurren las conducciones de fontanería, saneamiento, calefacción, electricidad, etc.
Los autores explican así el programa en una memoria de mayo de 1959: "Partiendo como orientación óptima, la doble Norte y Sur, las clases se distribuyen en pabellones con dicha orientación, de dos plantas y cuatro clases cada una de ellas, excepto dos pabellones para clases especiales que son de tres plantas. Estos pabellones enlazados por medio de galerías cubiertas, forman la trama de la composición del conjunto, disponiéndose en emplazamientos adecuados los pabellones de dirección, gimnasios, música y medicina y psicotecnia y finalmente al fondo del acceso principal del colegio el conjunto formado por la Capilla, auditórium y residencia de comunidad con Dirección General y recepción y comedores de alumnos” (LMOYAB_D023_C004-04_027).

Moya Blanco, Luis

[U.V.A. de Hortaleza]

" ... Desde el primer momento se pensó que resolver de una manera provisional el problema del chabolismo era realmente acrecentarlo y se intentó y se consiguió construir las viviendas con materiales tradicionales y de larga duración y no arriesgarse a un experimento a escala gigante que podría resultar desastroso a causa de su absoluta improvisación y falta de tiempo.
La accidentada topografía del terreno aconsejó los movimientos masivos de tierras y la construcción sobre pilotes que absorbieran los desniveles existentes elevando las viviendas que, al mismo tiempo, quedaban aisladas de la humedad del suelo. Una adaptación completa a la topografía por medio de pequeños banqueos hubiera hecho interminable la fase inicial de desmonte al no permitir la actuación masiva del material mecanizado móvil, que de esta manera actuó con gran velocidad y eficacia.
Se desecharon desde el primer momento paneles prefabricados de cualquier índole y se consiguió construir los cerramientos exteriores con muros de medio pie de ladrillo macizo, enfoscado en su cara interna, cámara de aire y tabique con yeso negro y blanco. Ventanas de carpintería metálica y persianas enrollables de madera.
La estructura está formada por pilares y vigas de hierro en perfiles normales. En los forjados se huyó de las grandes placas prefabricadas, pesadísimas para el montaje y cuya garantía de funcionamiento y colocación no se veía clara. Se recurrió al sistema tradicional de viguetas pretensadas y bloques de hormigón vibrado.
Como se preveía una pésima construcción, dada la premura de tiempo, se protegieron los cerramientos externos con amplios aleros, tanto en la planta alta como en la baja, y se crearon unas galerías-corredores al modo de la más antigua tradición madrileña y que han tenido gran éxito entre los vecinos que allí hacen gran parte de su vida comunitaria, vigilan a sus hijos protegidos del tránsito callejero e incluso organizan guateques y bailes en los ensanchamientos de las zonas de escalera común."
Arquitectura, n° 70 octubre 1964, pp 21-24

Miró Valverde, Antonio

Museo del Prado [Documentación general]

“... En el periodo de los años 70 y 80, en los que hizo muchos encargos particulares, sobresalen proyectos como el de la unión y acondicionamiento del palacio del marqués de Molins a la Real Academia de la Historia (1973-1983), de la que don Fernando era miembro numerario desde 1965 sucediendo en el sillón a don Modesto López Otero, y el de total renovación (1973-1985) del antiguo palacio de Goyeneche, sede de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando de la que igualmente fue académico de número desde 1973. Pero el proyecto de mayor alcance de estos años fue, sin duda, el de ampliación y acondicionamiento del Museo del Prado que hizo en colaboración estrecha con Rafael Manzano Martos, uniendo el viejo edificio neoclásico de Juan de Villanueva con el claustro de la iglesia de los Jerónimos, si bien no se llevó a cabo. Huelga decir aquí que Fernando Chueca ha sido, historiográficamente hablando, el mejor conocedor e intérprete de Juan de Villanueva, y a la vez autor junto a Lorente Junquera de la ampliación más respetuosa del Museo del Prado, llevada a cabo entre 1952 y 1954.”
NAVASCUÉS PALACIO, Pedro. “Fernando Chueca Goitia”. En AA.VV., El legado del arquitecto, Madrid: Mairea libros, 2012, p. 36.

Chueca Goitia, Fernando

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