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Descripción archivística
Unidad documental compuesta Arquitectura religiosa
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El lenguaje clásico en El Escorial

Atendiendo al principal código expresivo que se utiliza en la construcción del Monasterio de San Lorenzo el Real se efectúa una lectura arquitectónica del mismo. Normalmente despreciado, en virtud de equívocas denominaciones, el lenguaje clásico, entendido como un verdadero sistema en el que tan importante resultan sus elementos como las maneras en que estos se combinan, se revela como una clave fundamental para la comprensión integral del Monasterio. Una investigación arquitectónica del tipo que aquí se plantea exige una documentación gráfica de la que el edificio carece. Hubo que acudir por lo tanto al viejo rito de re-presentar su imagen, aprovechando el esfuerzo para tratar de aprehender sus razones de una forma directa, utilizando los mismos medios empleados para su definición. Se plantea así una revisión del valor del Dibujo Arquitectónico como instrumento de investigación disciplinar, en la que se maneja la relación entre los nuevos dibujos realizados por el autor y los dibujos conservados del siglo XVI. Atendiendo a la sensibilidad gráfica de la época, a las escalas utilizadas en la representación de los dibujos y a la unidad de medida con la que el edificio se construye, sugen una serie de relaciones que permiten abrir nuevas vías de investigación que no serán posibles sin la colaboración del dibujo. La colección de dibujos que aporta este trabajo supone de hecho, una interpretación del Monasterio, que adquiere en si misma un valor autónomo, lo cual puede servir a su vez como punto de partida para otras investigaciones. Con este decisivo apoyo metodológico se procede a revisar de forma sistemática el conjunto y las partes del Monasterio atendiendo a la historia que el lenguaje clásico transmite. Tomando como referencia al origen el proyecto de Juan Bautista de Toledo de 1.562, se sigue así el proceso que conduce al edificio construido. En este camino se señalan muchas precisiones inéditas hasta el momento al mismo tiempo que se evidencia una línea de continuidad entre los diversos momentos que abundaría en la idea de que el edificio se encuentra por encima de las personas concretas. Aunque el lenguaje no explica por sí mismo la arquitectura de El Escorial, ésta resulta más difícil de explicar sin apoyarse en su discurso -figurativo. Se concluye así una pro-funda relación entre el proyecto del Monasterio y el preciso lenguaje que se adopta, en 1 a que éste se revela como un elemento de proyecto "más" con sus específicas exigencias. La relación entre el "todo y las partes", la noción de "carácter" unida a la precisión de la "escala" y los datos concretos de la "materia" aprecerán así como momentos fundamentales del proceso dialéctico entre proyecto y lenguaje. Pero, como en casi todo en lo que al Monasterio concierne, el lenguaje será normalmente sometido al edificio, lo que significará la ausencia de un canon unitario por encima de las soluciones concretas. Extrayendo la actitud que subyace en el uso concreto del lenguaje clásico en el Escorial, se atiende finalmente al orden como figura y sus progresivas disoluciones, al predominio de la partición y la métrica complementada por una desconocida faceta de tolerancia dimensional y formal, junto con la atractiva faceta del lenguaje como ilustración parcial del concepto de la "correspondencia". Es así que la arquitectura del Monasterio se encuentra desde un concepto albertiano, profusa y selectivamente ornamentada. Difícil de precisar en términos de estilo, más bien constituiría un "modelo" de una arquitectura "antigua y ejemplar" de la que aún habría bastante que aprender.

Ortega Vidal, Javier

Escolasticado de Nuestra Señora del Pilar

Intervención realizada entre 1942 y 1944 en un palacete del siglo XVIII de la escuela de Ventura Rodríguez situado en la antigua finca de Campo-Alarge, con el objeto de destinarlo a lugar de formación de religiosos de la Compañía de María. La obra consistió en anexionarle tres alas de tres plantas para cerrar un patio ajardinado y en mantener la construcción original como la fachada principal del edificio resultante.
El propio Moya explicaba el enfoque del proyecto de este modo: “Al principio se pensó en continuar las líneas de cornisas e impostas, pero esto no convenía al uso del nuevo edificio, y además […] destruía por completo el efecto del Palacete y de su composición de fachadas en cinco cuerpos. Habiendo comprobado que estas fachadas estaban trazadas con toda exactitud y hasta en sus detalles con la proposición derivada de la relación entre el lado y la diagonal del cuadrado, se resolvió hacer lo nuevo con este mismo sistema de proporción, trazando sus líneas como determinaba la prolongación del trazado hecho sobre las antiguas fachadas, pero sin prolongar ninguna línea arquitectónica de éstas. Se tomó como base del nuevo trazado el módulo 2,25 metros que se dedujo como el más conveniente para el programa. Este módulo, desarrollado en ambos sentidos con la relación antes citada, ha servido para el trazado completo de plantas y alzados” (LMOYAB_D003_C001-03_005).
El palacio se destinó a zona administrativa mientras que el resto se dedicaba a aulas, laboratorios, habitaciones de alumnos y profesores y los servicios que estos usos requieren. En el centro del pabellón trasero se situó la capilla, pieza singular del conjunto, de planta de cruz griega aunque la nave longitudinal es ligeramente superior a la transversal. La intersección de ambos brazos se cubre con una cúpula de 12 m de diámetro que configura un espacio unitario de gran centralidad, que coexiste con el uso procesional entre acceso y altar. Se realiza con 16 arcos cruzados construidos con hiladas de rasilla y de ladrillo que estriban en el anillo superior. Este pequeño templo es el punto de partida de las posteriores iglesias de planta elíptica del arquitecto, cuyo ejemplo perfeccionado sería, años más tarde, San Agustín.

Moya Blanco, Luis

Escuelas profesionales salesianas de San José

La creación de las universidades laborales en la década de los cuarenta del siglo XX es iniciativa del entonces subsecretario del Ministerio de Trabajo, Carlos Pinilla Turiño, con la finalidad de formar a los hijos de los trabajadores afiliados a las mutualidades laborales Concretamente, las Escuelas Salesianas de San José de Zamora se construyen entre los años 1948 y 1953 por los arquitectos Luis Moya, Ramiro Moya y Pedro Rodríguez de la Puente. Se destinaban a cerca de 300 alumnos internos procedentes de toda España y a otros 600 externos de la propia localidad. Su programa incluía aulas, talleres, residencia de estudiantes y profesores, capilla y teatro (pieza cuya terminación se demoró hasta 1957). Todo ello distribuido en torno a una gran plaza ajardinada en la que trabajó como paisajista Javier de Winthuysen (LMOYAB_D015_C003-05_002.
El acceso principal a esta institución se realiza desde un recinto urbano a través de una suerte de fisura en la edificación, situada a un costado de la iglesia, que desemboca en el jardín lateralmente. El templo preside la plaza mencionada ya que se permite el uso a los vecinos del barrio; esta doble utilidad justifica sus grandes dimensiones.
Como en otras obras de arquitectura religiosa de Luis Moya, la capilla pretende integrar la planta basilical y la central, en este caso utilizando un octógono no regular en vez de la elipse habitual, lo que provoca una nueva y atractiva solución de su cúpula de arcos cruzados. El acceso desde las escuelas se produce a lo largo del eje mayor mientras que el exterior, monumental, se sitúa en el menor.
La elección de los materiales se justificaba por sus autores del siguiente modo: "EI sistema de construcción sigue la tradición por razones prácticas y económicas cuya validez ha sido confirmada por el resultado. Los muros de carga, hechos de fábrica, resuelven a la vez la estructura y el aislamiento, con materiales y mano de obra de la localidad. Los forjados consisten en bóvedas tabicadas de 2,40 m de luz, apoyadas sobre vigas de hormigón armado de muy poca cuantía de hierro, porque la composición del conjunto permite que el canto de las vigas sea grande. Los grandes ámbitos se cubren con bóvedas tabicadas cilíndricas de gran luz, con los tirantes a la vista (talleres) o incluidos en el piso (salones). En la capilla, un zuncho resuelve los empujes, porque su trazado se ha hecho previendo esta estructura. Incidentalmente, la gran bóveda de la capilla ha alcanzado, según creemos, el límite posible en ligereza y rapidez de construcción, con muy escaso personal y muy ligero andamio” ("Fundación San José, en Zamora”, Revista Nacional de Arquitectura, año XV, mayo 1955, n° 161, p. 2).

Moya Blanco, Luis

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