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Descripción archivística
Unidad documental compuesta
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Cuaderno III

"En este cuaderno, junto a otros motivos, destacan los dibujos de composiciones monumentales, a veces de una directa conexión con arquitecturas exóticas o primitivas.
Consta de veintiséis hojas, de 135 x 203 mm, con filigrana «S TORRAS DOMENECH BONMATI GERONA». Es fechable entre los últimos años de carrera de Moya (ca. 1927)."

GARCÍA-GUTIÉRREZ MOSTEIRO, Javier. Dibujo y proyecto en la obra de Luis Moya [Tesis]. Madrid: Universidad Politécnica de Madrid, E.T.S. de Arquitectura, 1996, pp. 635-637.

Moya Blanco, Luis

Universidad Laboral de Gijón. Pabellón de enfermería

"... Al final de la década de los cuarenta cuando los trabajos de proyecto y de construcción del edificio están en marcha, la arquitectura española va abandonando decididamente su posición académica oficial y recuperando lo «moderno». Moya mantendrá su forma de pensar, al menos, hasta 1955, cuando la Universidad, después de ocho años de obra, se está acabando, y un año en el que, en todos los órdenes, se va confirmando con decisión el «deshielo» .
Tal vez tuvo entonces que comprobar el precio que había pagado por haberse unido con tal fidelidad al yugo del clasicismo: su marginación, su soledad, llegó hasta el punto de que sus compañeros contemporáneos no parecían haberle entendido nunca: no comprendían, siquiera, las diversas lecciones disciplinares que convivían bajo aquel yugo estilístico. Y así, si antes se había llegado a hacer de él casi un mito, fue olvidado mientras decidía -imagino que no sin cierto trauma- romper tan empeñada fidelidad.
La citada Sesión de Crítica [Revista Nacional de Arquitectura, 168, diciembre 1955] nos ofrece el testimonio de la época en que se han cumplido los temores de Moya, y cuando ya la Laboral, por su parte, se encarga de testificar su contrario empeño. En aquella Sesión sus compañeros, los que podríamos haber creído partícipes de sus ideas, abominan de ellas y de su obra -que ni siquiera les gusta- y, arrepentidos ya de sus propias veleidades monumentalistas, se extrañan y escandalizan ante un hombre que, en el año que corre, es aún tan antiguo. Desencantado, algo agresivo al comprender que por todos ha sido condenado, fiel, sin embargo, a sí mismo y a lo que cree cierto, cierra la Sesión con unas palabras que explican bien tanto el sentido de su obra como la firmeza de un pensamiento no demasiado dispuesto a tener que acomodarse a las distintas coyunturas:
«Os hemos presentado un edificio que, como es norma en estas sesiones, habéis criticado. Os agradezco mucho todas estas ideas. Creo, sin embargo, que estáis alucinados por esas modas que tan pronto pasan en nuestro tiempo, y más en nuestro país, donde dependen de la publicidad de las revistas extranjeras que recibimos, más que de necesidades internas sean materiales o espirituales. Los problemas que se han planteado han sido difíciles y complejos. Se ha tratado de resolver con nuestros medios reales, tanto técnicos como económicos, o sea utilizando principalmente los materiales locales o los de las comarcas próximas y la habilidad de nuestros obreros en los oficios que mejor trabajan; por ejemplo, en las canterías y en las bóvedas tabicadas. Gracias a esto se pudieron salvar momentos difíciles de escasez de hierro y cemento. [...] Es necesario, finalmente, contestar a la cuestión que todo el tiempo estaba latente en esta Sesión. ¿Es conveniente tanto aparato arquitectónico en un centro de enseñanza para obreros? [...] parece muy justo que se haya querido un edificio concebido en la más noble arquitectura que se pudo hacer, la que corresponde al hombre héroe del humanismo clásico y cristiano, en vez de la arquitectura del hombre-masa de nuestro mecanicismo, porque -como escribió el periodista de Gijón, Ignacio Taibo- edificios bajos de techo, tristes y baratos, ya tienen los obreros bastantes»”
CAPITEL, Antón. La arquitectura de Luis Moya Blanco. Madrid: Colegio Oficial de Arquitectos de Madrid, 1982, pp. 152-153.

Moya Blanco, Luis

Iglesia parroquial de Nuestra Señora de la Asunción

Los arquitectos Pedro Muguruza, Luis Moya y Enrique Huidobro realizaron la reconstrucción de la iglesia parroquial de Manzanares, Ciudad Real, entre los años 1940 y 1945. El templo, de finales del XIV-principios del XV, había sufrido un incendio durante la guerra civil que había afectado, sobre todo, a las cubriciones y la torre; los muros y los contrafuertes se encontraban, sin embargo, en estado apto para seguir cumpliendo su misión de sustentación.
La reconstrucción fue respetuosa con el estado original de las fachadas, en las que se realizaron apenas una ordenación y una sistematización de los elementos decorativos. La alteración más importante consistió en la elevación de la altura de la nave para darle una proporción más adecuada en relación con su anchura, a juicio de los arquitectos.
En lo que se refiere a las bóvedas, la memoria del proyecto señala que se había planteado "... la construcción de una cúpula sobre pechinas, de tambor bajo y con linterna, que se coloca en el crucero precediendo inmediatamente al tramo del altar mayor. El resto de la nave de la iglesia se ha tratado con una bóveda por arista en el tramo contiguo a la cúpula, y con tres tramos de cañón seguido con lunetas, siendo análogos los tramos que forman los brazos del crucero. El estilo de esta composición es el clásico español con elementos herrerianos y barrocos" (LMOYAB_D020_C004-02_001).
En una fase posterior se acometió la reconstrucción de la parte superior de la torre y de su escalera; para realizar esta labor con fidelidad a su aspecto primitivo, el grupo de arquitectos se apoyó en fotografías antiguas y en una maqueta que se había realizado antes de la guerra. Finalmente, la iglesia se inauguró el 6 de septiembre de 1945.
El fondo Luis Moya Blanco conserva una carta que Enrique Huidobro escribió a Moya narrándole los actos que se celebraron el día de la inauguración. Uno de ello fue una misa que pronunció el obispo de Ciudad Real; como anécdota transcribimos: "Desde el púlpito improvisado [...] el Sr. obispo dirigió la palabra a los fieles, ponderando lo bonita que estaba la Iglesia y prohibiendo a los devotos y devotas regalar imágenes ni retablos sin permiso de los arquitectos" (LMOYAB_D020_C004-02_019).

Moya Blanco, Luis

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